Partido Revolucionario de los Comunistas de Canarias

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La OTAN suspende sus planes militares y recrudece la guerra económica contra Siria

In Actualidad on 16 diciembre, 2011 at 0:01

Thierry Meyssan

La OTAN está revisando su estrategia contra Siria. Al cabo de 8 meses de guerra de baja intensidad y a pesar de la infiltración de un gran número de combatientes árabes y pashtunes, la esperada fractura de la sociedad siria no ha tenido lugar. Los enfrentamientos confesionales registrados en Deraa, Banya y Homs no han logrado extenderse ni en el tiempo ni a través del país. Ya resulta ilusorio para la OTAN seguir creyendo en la posibilidad de provocar en poco tiempo una guerra civil capaz de justificar una «operación humanitaria internacional».

Esta constatación encuentra a la coalición militar ad hoc en una grave crisis. En el momento de la guerra contra Libia, los países que asumieron la iniciativa fueron Francia y el Reino Unido. Pero los dos pesos pesados europeos resultaron en definitiva incapaces de movilizar los medios necesarios y fue en realidad el Pentágono el que tuvo que concretar el 45% del esfuerzo de guerra y del financiamiento de la operación contra Libia.

Lo esencial fue que el despliegue de dispositivos incompletos pudo incluso haber dado lugar a un verdadero desastre si Libia se hubiese decidido a atacar los barcos y helicópteros de la OTAN [1]. Este problema resulta mucho más grave en el caso de Siria, país que cuenta con una cantidad de habitantes en 4 veces superior a la Libia y con un aguerrido ejército que ha participado en los anteriores conflictos regionales.

Así que se decidió fortalecer al binomio franco-británico sumándole Alemania como tercer elemento. Para ello se pensó en negociar un tratado tripartito el 2 de diciembre, en ocasión del aniversario del Tratado de Lancaster House [2] que implementó la organización de las fuerzas conjuntas franco-británicas de proyección y selló la suerte de Libia [3]. Pero la cumbre se anuló. En plena crisis económica occidental, Berlín no tiene la más mínima intención de asumir gastos de guerra sin garantías de recobrar su inversión.

La racionalidad presupuestaria de Alemania está dando al traste con los sueños épicos del complejo militaro-industrial de Estados Unidos e Israel. El retiro de Robert Gates y el ascenso de Hillary Clinton ilustraron el regreso del proyecto de «rediseño del Medio Oriente ampliado» al escenario mundial y su extensión al norte de África. Esa doctrina, que se deriva del pensamiento imperial de Leo Strauss, se presenta como una perpetua huida hacia delante en la que la guerra no tiene otro objetivo que… la guerra. Lo anterior conviene perfectamente a la economía guerra de Estados Unidos, pero no a la pacífica economía industrial de Alemania.

El proyecto de guerra convencional contra Siria plantea numerosas interrogantes en el plano económico. A corto y mediano plazo, este proyecto no conviene a los intereses de ninguna nación europea, pero muchas de ellas sí tienen mucho que perder con su puesta en práctica. En el caso libio, algunos hombres de negocios británicos y franceses han logrado obtener rápidos dividendos al renegociar ventajosamente sus concesiones petroleras, mientras que turcos e italianos se han visto perjudicados al perder prácticamente todos sus mercados en la ex colonia.

En espera de la creación de una coalición militar ad hoc, la OTAN recurre por el momento a la guerra económica. Su objetivo consiste en sitiar a Siria, en privarla de toda posibilidad de comerciar, tanto en lo tocante a las importaciones como a las exportaciones, y en sabotear sus medios de producción. Recurriendo al políticamente correcto término de «sanciones», los países miembros de la OTAN y sus vasallos de la Liga Árabe ya implantaron un congelamiento bancario que prohíbe el comercio de las llamadas “comoditys”. Y ahora se están concentrando en el cierre de las vías de comunicación, sobre todo de las líneas aéreas, y en la retirada de las transnacionales, principalmente de las compañías petroleras. En lo tocante a estas últimas, después de Shell y Total, Petro-Canada acaba ahora de anunciar su salida de Siria y el cierre de la central eléctrica que abastece la ciudad de Homs.

Lo más relevante es que el primer acto de sabotaje de gran envergadura afectó precisamente el oleoducto que alimenta esa central eléctrica, para evitar que sea utilizada durante la ausencia de los ingenieros canadienses. El Ejército Sirio Libre reclamó la autoría de esa acción y no ha podido determinarse hasta el momento si el mencionado sabotaje ha sido obra de militares traidores, de Al-Qaeda o de los comandos de la OTAN.

Fuera del combustible para la calefacción y la electricidad, no se observa por el momento en Siria ningún tipo de carencia. Como medio de atenuar los efectos del sitio, Damasco ha adoptado nuevas formas de intercambio con Pekín. Debido al embargo bancario, en estos intercambios las partes recurren al trueque, conforme al sistema ya existente entre China e Irán. Gracias a esta forma de intercambio es posible que Siria logre salvar su economía, exceptuando al ya ampliamente afectado sector turístico.

En todo caso, el cerco impuesto a Siria ya ha dejado en Turquía numerosas víctimas en el plano económico. La anulación del tratado de libre intercambio y la imposición de derechos aduanales realmente prohibitivos ya han llevado a la ruina a las regiones fronterizas. Pero, si bien los sirios aceptan las privaciones con tal de salvar a su país, los turcos por su parte no están dispuestos a correr la misma suerte sólo para satisfacer las ambiciones de la OTAN.

Por otro lado, este cambio de estrategia pone al Consejo Nacional Sirio en una difícil posición. Los políticos que dicen apoyar una forma de oposición no violenta inspirada en las revoluciones anaranjadas de Gene Sharp [4] se ven ahora obligados a asumir los sabotajes cuya autoría reclaman los combatientes del Ejército Sirio Libre. La contradicción se hace cada vez más evidente en la medida en que tanto los primeros como los segundos residen en Estambul y están llamados a relacionarse.

La suspensión del plan de intervención militar internacional se confirmó con el regreso de los embajadores de Estados Unidos, Francia y Alemania a Damasco. Dicha suspensión implica un cambio de orientación en la campaña mediática. Los medios anglosajones han abandonado las referencias a las más excesivas y menos creíbles de las acusaciones proferidas contra Bachar al-Assad, como la de que había ordenado torturar niños. Ni el propio Departamento de Estado describe ya al presidente sirio como un monstruo sino como un hombre «desconectado de la realidad» (sic) [5]. Así que ha dejado de ser un caso urgente.

En todo caso, el hecho que diferentes periodistas hayan sacado a la luz una realidad siria que nada tiene que ver con la imagen que la propaganda estuvo vehiculando durante los 8 últimos meses [6] ha hecho indispensable un momento de silencio.

 
NOTAS
[1] «La guerre de Libye aurait pu mal tourner pour les Alliés» (La guerra de Libia pudo ser haber salido mal para los Aliados), texto en francés, Réseau Voltaire, 9 de noviembre de 2011.

[2] «Déclaration franco-britannique sur la coopération de défense et de sécurité» (Declaración franco-británica sobre cooperación en defensa y de seguridad), texto en francés, Réseau Voltaire, 2 de noviembre de 2010.

[3] «Washington contempla el Amanecer de la odisea africana», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 23 de marzo de 2011.

[4] «La Albert Einstein Institution: no violencia según la CIA», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 4 de junio de 2007.

[5] «Daily Press Briefing», bolletín (comunicado) del Departamento de Estado de EEUU, 6 de diciembre de 2011.

[6] «Запад и ближневосточные монархии жаждут сожрать Сирию», por Thierry Meyssan, Komsomolskaia Pravda, 29 de noviembre de 2011.


[Fuente: Voltairenet.org]






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Socialismo y derechos humanos

In Actualidad on 16 diciembre, 2011 at 0:00

Enrique Ubieta Gómez

Hace unos días narraba en mi blog personal una vivencia simple y conmovedora. Eran cerca de las seis de la tarde. A doble paso, como suelo caminar, cruzaba la última esquina del Capitolio, frente a los restos del Teatro Campoamor —o Teatro Capitolio, como dice un letrero en su parte superior—, cuando vi a un hombre que yacía inconsciente en el suelo. «Es un borracho«, pensé, y me dispuse a seguir. Pero a su lado otro hombre, desaliñado, sucio, que quizás también regresaba como yo de su jornada laboral, repetía angustiado: «parece un ataque de hipoglicemia«. Insistía tanto que me detuve y miré, sin ver, claro, porque de medicina no sé nada. «¿Usted lo conoce?«. «No«, me dijo, «pero parece un ataque de hipoglicemia, mira como respira«. Otro transeúnte se detuvo y opinó que debíamos buscar un auto que lo llevara al hospital. Éramos ya tres. Pero el cuarto en aparecer siguió de largo y todavía se atrevió a decir: «déjenlo, no es asunto de ustedes, si le pasa algo se van a complicar la vida«. «Hay que ayudarlo«, respondió decidido el tercero en llegar. Y el primero, el que nos detuvo con su letanía «hipoglicémica» gritó: «Oye, ¡esto no es Estados Unidos! ¡Esto es Cuba!«. Entonces vimos llegar el carro. Los tres bloqueamos la calle, e hicimos señas. Después lo cargamos entre todos, y el vigía, el salvador anónimo, se montó junto al posible enfermo en el asiento trasero. No sé y probablemente no sepa ya si estaba borracho, o enfermo, cualquiera que sea su enfermedad, pero aquel salvador cansado, sucio, que pasaría inadvertido en la multitud citadina, me recordó que vivimos en Cuba.

Esa es la anécdota. Unas horas más tarde aparecía en mi blog el comentario de un lector que encomiaba las bondades materiales del sistema de emergencias médicas del Primer Mundo, «que en Estados Unidos —decía—, suple la carencia de espíritu de los norteamericanos, descendientes de fríos europeos del Norte«, y añadía una hipótesis: el acceso a la riqueza, «es en última instancia lo que vuelve a la gente egoísta: el no necesitarse los unos a los otros«. No creo, sin embargo, que la insolidaridad sea un resultado inevitable de la riqueza, ni que la procedencia geográfica de los humanos nos predetermine en la intensidad de nuestros sentimientos. Otro lector, nombrado Arnaldo Fernández, comentaba desde su experiencia personal: «he sido recogido con una crisis cardiaca por esos avanzados servicios de emergencia del Primer Mundo de los que aquí se hablan, y reconozco la eficiencia y profesionalidad de los equipos paramédicos. Pero la cruel experiencia llega cuando esas mismas sofisticadas ambulancias te dejan en los hospitales, donde si no tienes dinero o no cuentas con seguro, estabilizan tu situación y te mandan de patitas a la calle. A pesar de eso, solo les cuento que un infarto en el 2004 me dejó una deuda de 127 000 dólares, y la más reciente hospitalización de cinco días, donde solo se ocuparon de estabilizar mi presión, me dejó colgados otros 55 000 dólares. Y lo peor de esta historia: sin tratamiento, sin seguimiento, a expensas de una nueva crisis que puede llegar a quitarme la vida, solo por no tener un seguro que cubra los excesivos costos de la medicina primermundista«.

Ningún equipo médico, por sofisticado que sea, puede sustituir la competencia moral y profesional, humana, del médico, ni el apoyo solidario de la ciudadanía. Recuerdo que fue la conductora del programa de CNN plus la que, en medio de un debate interminable en el que participaba, me interpuso la pregunta tramposa: «pero los seres humanos, ¿no somos los mismos en todas partes?«. No se refería, claro, a sentimientos universales, como el amor o el odio, sino a la manera de entender conceptos sociales, inevitablemente históricos, como el de libertad o el de derechos humanos. Hablábamos sin embargo de proyectos de vida esencialmente opuestos: los que sustentan al capitalismo y al socialismo.

Cito este ejemplo para explicar la sordera y la ceguera programáticas de las transnacionales de prensa (y de los políticos del sistema, rosados, verdes o azules) en torno a cualquier alternativa de organización social: el capitalismo no acepta la existencia de otras formas de vida, si no las puede subordinar; en esos casos, las considera simples manifestaciones (ilegales) de barbarie. La no aceptación es parte de su feroz instinto de conservación. En algunos países donde existe colaboración cubana, las asociaciones médicas locales la han declarado ilegal. ¿Por qué? Los cubanos van a las zonas más apartadas y/o peligrosas, no cobran más que un estipendio mínimo, conviven con los pobladores más pobres y comparten sus condiciones de vida; son absolutamente subversivos. Lo que para cualquier observador imparcial y sobre todo, para los pobladores beneficiados, es un acto de solidaridad elemental, aparece como ruptura de la «legalidad» capitalista.

Vuelvo a la anécdota que narraba al inicio. Solo el socialismo acata y defiende los derechos humanos; el capitalismo, el gran ilusionista, hace creer a los ciudadanos que son libres, que están informados, que pueden hacerse ricos, que eligen un proyecto de gobierno cada cinco años, y los embauca. Solo el socialismo puede rescatar la dignidad individual de todos los ciudadanos en un proyecto de nación que no menoscabe la de una mayoría, por la de una avara minoría. Los hombres y mujeres solidarios de la Patria, son sus ángeles guardianes. Que uno de los transeúntes de mi vivencia se negara a ofrecer ayuda, me inquieta. Pero aquel hombre simple, desaliñado, que voceaba la necesidad de la solidaridad ante un semejante caído, me devuelve la fe. El imperialismo nos bloquea, para impedir que accedamos a ciertas tecnologías, y el único recurso que nos queda —que es el mayor de los recursos—, es la solidaridad. Arnaldo, el lector de mi blog que narraba su experiencia hospitalaria en los Estados Unidos, finalizaba así su comentario: «No cuestiono si la condición de potencia médica que se le adjudica a Cuba es válida o no por tener determinados servicios. Eso lo dejo a los tecnócratas, a los críticos y a los politólogos. Pero de lo que no tengo la menor duda, es que Cuba es una potencia de humanidad, de solidaridad y de amor al prójimo«.


[Fuente: Granma]