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A pesar de sus repetidas equivocaciones, los agoreros que se la pasan propalando la teoría del «colapso de China» la han estado usando para ganarse un sitio en el mercado. Un reciente artículo de Gordon G. Chang en Foreign Policy, una revista bimestral de EEUU, es un ejemplo de ello.
A pesar de que no hay nada verdaderamente «revolucionario» en los argumentos y pronósticos de Chang, algunos políticos, los medios de comunicación y académicos occidentales, le conceden una importancia extraordinaria a sus juicios. En su libro, El próximo colapso de China, Chang pronosticó que China podría «colapsar» en 2006. Cuando vio que China no sólo sigue ahí, sino que además también se está desarrollando a un ritmo acelerado, modificó su «profecía» un poco, dando al país unos cuantos años más de vida – hasta el año 2011.
Ya estamos en 2012, y acabo de salir de China (Beijing, para ser precisos) después de pasar unos días maravillosos allí. El país parece lejos de colapsar. De hecho, se encuentra a miles de kilómetros de distancia de la mayoría de las capitales occidentales, con sus multitudes enfurecidas, insatisfechas y frustradas por los problemas sociales. Es evidente que al darse cuenta de que China ha desafiado una vez más sus funestas predicciones, Chang se disculpó con sus lectores y aplazó el panorama apocalíptico para 2012.
He aquí algunos argumentos para demostrar cuán carentes de originalidad son los plazos expuestos por Chang, al menos desde el punto de vista de la corriente conservadora occidental: «El auge mundial de las últimas dos décadas terminó en 2008, China, que durante su época de reforma dispuso de uno de los mejores perfiles demográficos de cualquier país, y pronto tendrá uno de los peores. La mano de obra china se estabilizará alrededor de 2013, quizás para 2014, una tendencia que hará que las fábricas del país resulten poco competitivas». Muy en especial, explica Chang:» La etapa de encantamiento de China está acabada por que, en los últimos años, las condiciones que la crearon han desaparecido, o pronto lo harán. «
Lo fascinante es que Chang en realidad está redefiniendo lo que es conservador y lo que es progresista, para adaptarlo a sus objetivos políticos e ideológicos. Él denomina las reformas pro-empresariales «progresistas» y considera que las recientes reformas en China, que se espera beneficien a las personas, como negativas en gran medida.
Lo que Chang y sus secuaces encuentran más amenazante es el inminente re-establecimiento de las «barreras al comercio internacional». Que quede claro, el bienestar del pueblo chino no les importa para nada. Lo que es importante para ellos es el acceso de las empresas occidentales a los mercados chinos. El eminente lingüista, científico cognitivo y activista estadounidense Noam Chomsky lo llama «la ganancia por encima del ser humano».
Chang olvida que estamos viviendo en el siglo XXI, que se caracteriza por la «rebelión» de los países otrora apabullados por Occidente. Estos países están implementando con éxito sus propios modelos políticos y económicos – Venezuela, Bolivia, Argentina, Ecuador y otros. En Europa y Estados Unidos, la mayoría de la gente está disgustada con el pro-fundamentalismo de mercado que ha secuestrado sus naciones, pero no pueden hacer mucho para cambiar el sistema. Ellos están buscando alternativas, mirando a América Latina y China, a la vez que procuran opciones propias.
Si hay algo que se está derrumbando, es el grupo de naciones gobernadas por el fundamentalismo de mercado.
China y América Latina se encuentran bien, tanto económica como psicológicamente. Ellas están creciendo a tasas sorprendentes en una era de crecimiento global lento, no para satisfacer a algunas entidades de negocios, sino para mejorar la vida de sus pueblos. Para ellas, la economía y el comercio son los medios, no el fin.
Este espíritu de unidad, solidaridad y entusiasmo es exactamente lo que hace de China un éxito indetenible. Es también la razón por la cual sus enemigos se desesperan y la agreden, a la espera de la derrota.
No hay duda de que el Partido Comunista de China y el Gobierno chino se desarrollarán en y después de 2012. Sin embargo, China y su pueblo deben estar conscientes y alertas contra los peligros que les acechan desde el exterior: informes como los preparados por los derechistas no son sólo predicciones mal calculadas. Son planes bien articulados contra el sistema chino, en un intento por desestabilizar el país, para confundir a su pueblo y derrotar su afán de construir una sociedad próspera.
Resulta obvio que la mayoría de los chinos quieren la justicia social. Quieren construir un país igualitario y próspero para ellos y para sus hijos. Las reformas en China son una respuesta lógica del Gobierno a los deseos del pueblo. Ese proceso se llama democracia, que en la realidad se traduce en «el gobierno del pueblo», no en «el sistema político al estilo occidental».
En tanto China se mantenga unida en la construcción de una sociedad mejor y más justa, perdurará no sólo al final de este año, sino también durante siglos y milenios por venir. En el futuro, Chang y sus seguidores y otros partidarios de la caída de China van a diseñar y reconstruir sus predicciones bien financiadas, pero será inútil.
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(*) Andre Vltchek es un novelista, cineasta y periodista investigador.
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[Fuente: Diario del Pueblo]
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