Partido Revolucionario de los Comunistas de Canarias

La unidad de la izquierda va

In Actualidad on 27 noviembre, 2010 at 0:01

Teodoro Santana

Los acontecimientos se precipitan. Tras la contrarreforma laboral, ya camina la contrarreforma de las pensiones. La crisis capitalista se agudiza en los países imperialistas europeos. Y crece entre las bases de la izquierda la necesidad de tener una alternativa, un instrumento político unitario capaz de meter palanca entre las dos grandes maquinarias electorales del Estado español, o de las tres en el caso de Canarias.

A nadie con dos dedos de frente se le oculta que toda la acción de los distintos y dispersos destacamentos de la izquierda anticapitalista pasa desapercibida para la inmensa mayoría de las trabajadoras y trabajadores, para el conjunto del pueblo. Dispersos y divididos, de uno en uno nada pintamos en un feroz escenario político donde no se cuestiona el poder de la clase dominante, que controla partidos políticos, instituciones públicas y medios de comunicación.

Es fácil de entender que, sin un amplio Frente de toda la izquierda anticapitalista, la clase obrera seguirá desarmada frente al embate de la oligarquía financiera imperialista y su arremetida de sobreexplotación salvaje. De hecho, ya nadie se atreve a defender abiertamente posiciones sectarias y, al menos, todos hablan de unidad, aunque sea de dientes para afuera.

En ese sentido, podemos considerar que la primera fase de nuestra ofensiva por la unidad ha conseguido sus objetivos. Pero, como ya habíamos alertado desde que iniciamos esta campaña hace año y medio, siguen existiendo dificultades. Vivimos uno de esos momentos en que las viejas concepciones, los viejos estilos y los viejos métodos no terminan de desaparecer, y los nuevos aún no han alcanzado la madurez suficiente para imponerse.

Y lo comprendemos. Por mucho que la crisis agónica del imperialismo haya impuesto su realidad de forma aplastante, no es fácil revolucionarse, dejar atrás las viejas formas en las que nos habíamos instalado, las viejas relaciones entre los grupos de izquierda, los viejos sectarismos, las heridas sin restañar, un cierto acomodo y la resignación a la espera de «mejores tiempos».

Y muchos dirigentes de la izquierda sueñan. En el fondo echan de menos la militancia relativamente tranquila de las décadas anteriores. Siguen confiando en los modos y las maneras que les habían permitido sobrevivir hasta ahora. Viven la creciente marea unitaria como un doloroso incordio al que tratan de dar la respuesta que menos incomodidad les produzca.

Y sueñan. Unos sueñan con que la debacle electoral del PSOE los va a convertir, sin despeinarse, en una gran fuerza política parlamentaria. No se oponen abiertamente a la unidad, pero tampoco es que la consideren necesaria.

Otros sueñan con evitarse la «molestia» de los partidos políticos y convertir la unidad en una mera amalgama de individualidades en torno a un líder promisorio, todo ello revestido de «movimientos sociales», eufemismo que lo mismo sirve para un roto que para un descosido.

Y los hay que sueñan con ser los más importantes de su calle, dispuestos a disputar en número de votos con el Partido de la Marihuana, pero evitando el «mal trago» de tener que negociar con los que considera sus competidores en el mercado político. Su lema es: «unidad sí, vale, pero sin éste, sin aquél, sin este otro…»

Una parte de estos compañeros irán evolucionando y comprendiendo las nuevas necesidades. Otros, en cambio y por desgracia, quedarán en la cuneta de la historia. Así es la vida, y no todo el mundo es capaz de estar a la altura que los tiempos demandan.

Pero mientras siguen soñando en que van a poder seguir en sus trece, la realidad se viene encima como una apisonadora. Quién no cambie de verdad, quién no apueste decidida y sinceramente por la unidad, haciendo todo lo posible por imponerla, será barrido del escenario. Ya es imposible seguir representando la misma tragicomedia. Ni el enemigo de clase, por un lado, ni la irrefenable presión de las mujeres y los hombres de izquierda lo van a permitir.

Y somos precisamente los comunistas los que tenemos que dar ejemplo y ponernos en cabeza de este imprescindible proceso unitario, siendo los más decididos, los más generosos, los más empecinados. Y haciendo avanzar de forma resuelta nuestro propio proceso de unificación.

Porque, tarde más o tarde menos, la unidad de la izquierda va, de todas maneras va.