Partido Revolucionario de los Comunistas de Canarias

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Unidad sindical y dirección política

In Economía, Laboral on 25 octubre, 2008 at 0:01

Pedro Brenes

Frente al sindicalismo colonialista de UGT y CCOO (elementos integrantes del Poder colonial español en las Islas), y frente al sindicalismo reaccionario, gremialista y sectario que alardea de «apolítico», de «independiente» y de «jurídico profesional», la clase obrera canaria sólo puede avanzar bajo las consignas y tras las banderas de la unidad, las asambleas antiburocráticas y el inequívoco posicionamiento anticolonialista.

Estas ideas, a pesar de que han sido promocionadas y defendidas por muchos patriotas, no han conseguido hasta ahora realizarse plenamente. Por desgracia el proceso de unificación sindical se quedó a medio camino, y sigue estancado y sin perspectivas de avances decisivos.

A lo más que se ha podido llegar es a la manida formulación tradicional de sindicato «nacional y de clase» cuya máxima aspiración, en competencia con las centrales colonialistas, es la creación de lo que llaman «un marco canario de relaciones laborales».

Pero si analizamos detalladamente estas definiciones descubriremos sin mayores dificultades el oportunismo, el burocratismo y las ilusiones democráticas pequeñoburguesas de los dirigentes sindicales «unitarios» que nos ha tocado sufrir.

¿Qué significa o qué quieren decir nuestros sindicalistas cuando se definen a sí mismos y a sus organizaciones como «nacionales» o «nacionalistas»?

Lo primero que podría entenderse es que se identifican con las políticas de los grupos autonomistas que, curiosamente, también insisten en utilizar esos adjetivos. La dirección política, en ese caso, estaría en manos de Coalición Canaria-Nueva Canarias. Lo que sólo puede traducirse en colaboracionismo oportunista y en complicidad con el imperialismo español.

O también podría interpretarse como que se alinean con todos aquellos que, desde hace varias décadas, ocultan su españolismo ciego e irracional tras la consigna del «derecho a la autodeterminación». Reivindicación básica e indiscutible que, no comprometiendo a nada, en Canarias ha terminado por convertirse en palabrería sin contenido, hipocresía imperialista «de izquierdas», y en bandera en torno a la cual se reúne todo el progrerío colonialista en su lucha reaccionaria contra la liberación nacional y la independencia estatal de las Islas.

De tal manera que, a estas alturas, declararse nacionalista o partidario del derecho a la autodeterminación no hace más que situarlos objetivamente en el campo del colonialismo, pues estas formulaciones están ya agotadas y no engañan a nadie, y sólo sirven para reducir significativamente la distancia política e ideológica de estos sindicatos «nacionales» con UGT y CCOO, declarados y descarados agentes del imperialismo español en el seno de la clase obrera canaria.

Como consecuencia, sólo un posicionamiento claro y firme a favor de la descolonización del Archipiélago puede distinguir sin ambigüedades ni ridículos y vergonzantes juegos de palabras, a la organización sindical unitaria que necesitamos, de los sindicatos españoles.

¿Y cómo debemos interpretar el supuesto carácter «de clase» con el que se definen estas organizaciones?

Como regla general los sindicatos agrupan a trabajadores asalariados. Y  los trabajadores asalariados son, precisamente, los que conforman la clase obrera, porque a diferencia de los otros trabajadores  (autónomos y pequeños empresarios) se ven obligados a vivir de un salario, como pago por el uso de su fuerza de trabajo por las empresas capitalistas.

De tal manera que, si nos atenemos sólo a su composición, todo sindicato es, por definición, «de clase».

Pero es evidente que este término tiene un significado más profundo. Para merecerlo, una organización sindical debe, en primer lugar, representar a toda la clase obrera de un país o de una nación, por lo que quedan excluidos inmediatamente los gremiales, de oficios o profesiones y los de empresa.

Y, en segundo lugar, debe representar al conjunto de la clase no sólamente en sus reivindicaciones y objetivos inmediatos, sino también en lo que se refiere a sus intereses generales y estratégicos, entre los que necesariamente deben incluirse la superación de la dominación imperialista extranjera y la conquista de la sociedad sin clases, con la liquidación definitiva de la opresión burguesa y la explotación capitalista.

Sólo así, manteniendo firmemente el rumbo socialista y anticapitalista y considerando la lucha económica y por reformas favorables a la clase obrera, como avances hacia esos grandes objetivos estratégicos, puede ganarse el honroso título de sindicato de clase.

Y en cuanto al «marco canario de relaciones laborales» ¿de verdad piensan los que defienden esta teoría que es posible la confrontación directa de la clase obrera con la burguesía capitalista, sin la previa conquista de la liberación nacional y la independencia estatal, es decir, sin descolonización?

La dificultad reside en que la burguesía canaria mantiene una alianza estratégica con el imperialismo español (el Pacto Colonial histórico) según la cual son los aparatos coercitivos, jurídicos e ideológicos hispanos los que defienden sus intereses de clase y hacen imposible la existencia, mientras persista la dominación colonial, de ese hipotético «marco canario».

Frente a toda esta confusión y todo este oportunismo la clase obrera canaria necesita destacar de su propio seno a los cuadros revolucionarios capaces, por medio de su influencia política y su dirección ideológica, de combatir el reformismo y el sectarismo sindicales que la condenan, todavía hoy, a la división y el «apoliticismo», y la arrastra tras la influencia de los sindicatos españoles.

Pues mientras UGT y CCOO actúan bajo la dirección política del PSOE, y los sindicatos reformistas y autonomistas se someten a la de Coalición Canaria-Nueva Canarias, el sindicalismo unitario, asambleario y anticolonialista que necesitamos debe librarse de la influencia ideológica de la burguesía y de la dirección política de los grupos y partidos pequeñoburgueses, para crear su propia opción política revolucionaria, anticolonialista y anticapitalista, y abandonando decididamente su actual papel de comparsa en las luchas electorales de otras clases sociales, destacar a sus propios representantes políticos en la lucha por la independencia y el socialismo.