Partido Revolucionario de los Comunistas de Canarias

Un 8 de marzo para la lucha contra la explotación y el capitalismo

In Actualidad, Efemérides, Laboral on 8 marzo, 2009 at 0:01

mujertrabajadoraEn los últimos años se ha intentado sistemáticamente descafeinar el Día Internacional de la Mujer Trabajadora y transformarlo en un genérico «Día de la Mujer». Es cierto que todas las mujeres, por el hecho de serlo, sufren una serie discriminaciones comunes fruto del patriarcado imperante. Pero el patriarcado surge con las clases sociales. Y la división en clases se manifiesta también entre las mujeres. No son lo mismo los problemas de la reina de España o de Hillary Clinton que los problemas de una empaquetadota de tomates, de una auxiliar administrativa o de una maestra.

No es lo mismo tener una doble jornada que tener servicio que te haga las tareas domésticas, normalmente otras mujeres. No es lo mismo una mujer en paro que una propietaria de un banco o una accionista de una gran multinacional.

La crisis económica del imperialismo afecta especialmente a las mujeres trabajadoras, arrastrando a millones a una pobreza más profunda y provocando la muerte de miles de niñas y niños, tal y como reconoce un nuevo estudio divulgado el martes por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco).

La Comisión de las Naciones Unidas sobre el Estatus de las Mujeres (CSW) señala que las mujeres tienen más probabilidades de tener empleos vulnerables, a estar subempleadas o desempleadas, a carecer de protección social y a tener un acceso limitado a los recursos económicos y financieros. Además, la inmensa mayoría de las mujeres trabajadoras no tienen derecho a una pensión ni a licencias por maternidad, ni seguridad laboral, y están en gran riesgo de caer en la pobreza por la crisis económica.

Las mujeres dependientes, aquellas que se quedan en el hogar para que sus maridos trabajen, tienen que cuidar a familias enteras con menos ingresos, y las mujeres trabajadoras tienen que apoyar a sus familias sólo con sus salarios, que, en promedio, son menores que los de los hombres. Además, los precios de los alimentos aumentaron en los últimos dos años, obligando a las mujeres a tomar difíciles decisiones financieras. Y cuando los costos de la escuela se hacen insostenibles, son las niñas las que por lo general se ven obligadas a abandonar las clases.

Las mujeres y niñas por lo general están expuestas a mayores riesgos de violencia en tiempos de crisis, y que sus derechos económicos y sociales se van al traste, viendo reducidas sus oportunidades de empleo, obligadas a aceptar trabajos marginales y mal pagados, y renunciando a servicios básicos para asegurarse alimento y abrigo.

La crisis imperialista incrementa la carestía de los productos de primera necesidad, el paro, la inestabilidad y la violencia contra las mujeres, que son las primeras en ser despedidas, agravando además las presiones existentes sobre las mujeres sometidas a relaciones abusivas, las inmigrantes y las víctimas del comercio sexual.

En la medida que los bajos salarios capitalistas obligan a mujeres y hombres a salir a trabajar por un jornal, va quedando cada vez más en evidencia que los problemas de la inmensa mayoría de las mujeres, las trabajadoras, solo se pueden resolver con la lucha conjunta de trabajadoras y trabajadores contra el poder de una minoría de hombres y de mujeres dominantes.

Los intereses de trabajadoras y trabajadores como clase son idénticos, pero no así los intereses de todas las mujeres. Las de la clase gobernante tienen exactamente el mismo interés en perpetuar la sociedad capitalista que los hombres de esa misma clase.

Los grandes capitalistas, sean hombres o mujeres viven en el mismo lujo y en la misma abundancia a costa de la explotación de mujeres y hombres asalariados. La emancipación de las trabajadoras no se alcanzará en alianza con las mujeres de la clase enemiga, sino en una lucha contra ellas como parte de la clase dominante.

Es evidente que sólo luchando juntos mujeres y hombres conseguiremos dejar atrás esta época de patriarcado y de explotación de unos seres humanos por otros. Precisamente por eso, toda discriminación, toda actitud machista, toda broma sexista, toda insolidaridad con las mujeres, en el tajo o en el hogar, es una traición al conjunto de la clase trabajadora.

El 8 de marzo no puede quedar relegado a una mera celebración o a un lamento que olvide que es la división en clases y el sistema capitalista quienes perpetúan la opresión de las mujeres proletarias. Es hora de que deje de ser un «día de» y pase a ser una jornada de lucha de trabajadoras y trabajadores. Codo con codo, hombro con hombro, compañeras, para cambiar el mundo.